La leyenda del Nahual
Esta leyenda es muy popular en la Sierra Norte de Puebla, y se asegura que esto sucedió realmente en el municipio de Zacatlán. Cuentan que esto aconteció cuando Zacatlán era un pueblo muy pequeño, tan pequeño que las casas se agrupaban en diez o doce de las actuales manzanas, siendo todas las demás dependientes de los barrios aledaños.
En aquellos años, a unas cinco cuadras del centro de la población, hacia el norte y situada entre La Cruz del Guardián y El Brinco, en la prolongación de lo que hoy es la calle de Juárez, se encontraba una empinada cuesta de piedra. Aproximádamente a la mitad de la misma se hallaba una casucha rústica y en ella vivía una mujer de avanzada edad, curandera empírica, pero que, según la voz popular, poseía poderes mágico satánicos, por medio de los cuales sanaba enfermos graves, curaba del mal de amores y otras artimañas propias de su "profesión".
Basados en estos rumores, la gente del lugar evitaba, lo más posible, pasar por este lugar cuando el crepúsculo ensombrecía la tarde y más si era de noche. Así fue durante muchos años, pero nunca falta alguien que termina por presenciar cosas realmente sorprendentes, como el que relató un joven.
"Un día salí de mi casa para ir al centro y en entretenida charla con mis amigos y una que otra copita de canela. amargo de naranja, menta o mora, se me fue pasando el tiempo, y cuando me di cuenta ya estaba por caer la noche, por lo que me despedí y rápidamente tomé el camino de mi casa", situada apróximadamente a una cuadra del término de la cuesta de piedra.
"Caminaba de prisa y con cierto temor, cuando de pronto, dentro de las tinieblas surgió ante mi un tremendo animal, de pelaje hirsuto, arrojando fuego por la fauces, mostrando unos enormes colmillos y al mismo tiempo echando lumbre por los ojos."
Desconcertado pero animoso, el jove sacó el revólver que llevaba en la cintura. "Con mano firme lo accioné, pero a pesar de oprimir el gatillo varias veces este no disparó. No se por qué el animal me dejó pasar, y al llegar a mi casa conté a mi padre lo acontecido".
El padre escuchó atentamente, y luego le dijo a su hijo: "Ese animal que te salió no es cosa buena, es el nahual, alguien que quiere asustarte, hacerte daño o vengarse de algo que sin querer le hayas hecho". Siguió el papá: "Para otra vez, si es que el susto no te lo quita el andar de noche, saca las balas de tu pistola, márcalas con una cruz en la punta, y si el animal te sale otra vez, haz la señal de la Cruz y dispárale en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".
“Pasó un poco de tiempo, y nuevamente los amigos y la novia hicieron que me olvidara de aquella vivencia. Y otra vez estaba de regreso a casa ya tarde. Confiado en el consejo de mi padre, ni siquiera se me ocurrió ir por otra calle, cuando de pronto a media cuesta veo al animal misterioso y diabólico que me cerraba al paso".
“Sin pensarlo más tomé el revolver, me persigné y avancé confiado hacia aquel espantoso animal, que gruñía enfurecido y tiraba fieros zarpazos. Sentir el fuego de sus fauces y el brillo hipnótico de sus ojos me hizo reaccionar y apreté el gatillo una, dos, tres veces, la carga completa y la fiera con prolongado alarido que parecía una queja, daba un salto perdiéndose en la espesura de la milpa y en la oscuridad de la noche".
“Eché a correr hacia mi casa a la que llegué jadeando y nervioso a contar a mi familia lo que me había pasado. Me escucharon con mucha atención". El padre volvió a tomar la palabra: "Sabía que no iba a fallar la recomendación que te hice y si dices que gritó como adolorido es sin duda porque lo heriste; ya mañana tan pronto como amanezca saldremos tus hermanos y yo a buscar a este engendro del demonio".
Y así, el joven con sus hermanos y su padre encontraron un rastro de sangre el cual siguieron como un kilómetro aproximádamente y entre la milpa estaba tirado el nagual. Tenía la forma de hombre, pero en la frente unos pequeños cuernos, colmillos grandes y afilados, el rostro de color oscuro, casi negro y patas de chivo; en lugar de zapatos unas enormes pezuñas y un rabo puntiagudo en forma de pequeña flecha.
x Decía la gente que este demonio era el que le daba poderes a la bruja, porque al morir, la vieja desapareció sin dejar rastros y nunca más volvió a aparecerse el Nagual en la Cuesta de Piedra. ¿Quien fue el joven autor de esta hazaña?, nadie lo sabe. Pero esta layenda se sigue contando de forma oral. Esta historia forma parte del patrimonio histórico y cultural de la Sierra Norte de Puebla.
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